sábado, 17 de noviembre de 2012

Despertar


Hay épocas en que uno despierta. Se lleva las manos a la cara, se toca el pecho, las piernas, y toca la espalda de quien está a su lado, con la esperanza de que se alguien conocido, o al menos atractivo. Lugo mira a su alrededor, ubica visualmente su ropa; y según si descubrió la identidad de su acompañante o no, se levanta silenciosamente, recoge su ropa, revisa si hay indicios de la existencia y uso de preservativos, e intenta rearmas sus memorias de la noche anterior.
Estas líneas, no se tratan de esta época.

La que le sigue, supone despertar siempre con la misma persona. Limpiarse la nariz en frente de la misma persona, incluso ir al baño con la puerta abierta. Época en que una se aferra a la rutina, es devorada por la rutina, y es aniquilada por la rutina.

Pero estas líneas, tampoco se tratan de esta época. Si no de la que le sigue.

Una época, en la que una se despierta sola. Con pijama de abuela. Posiblemente sin depilarse en varios días. Desayuna leche con avena, y busca algún panorama sin muchas esperanzas. Un época en que se intenta recostruir lo que tenía, lo que se era; pero cuando el mundo ya te ha olvidado y pocos tienen tu número, y tienes el número de pocos, y se hace tarde, y tienes sueños, y mejor quedarse en casa a dormrir, en vez de salir a dar vueltas, porque ya no tienes la energía de antes, etc.

Esta época, estos días inciertos y coquetones; sus alegrías y sorpresas, sus desencantos e idioteces,  son los que quiero plasmar en estas líneas.